A pesar de que todo indica que se ha producido un descenso de fumadores a nivel global, la adicción al tabaco continúa siendo un problema de salud pública muy importante y es causa directa de la muerte por consumo directo de alrededor de 8 millones de personas al año, y de cerca 1,5 millones, por consumo indirecto.

En el desarrollo de la adicción al tabaco intervienen tanto factores fisiológicos como psicológicos, pues a pesar de que, la nicotina es considerada la sustancia química que genera la dependencia física que ‘engancha’ a los fumadores, en la dependencia al tabaco, numerosas investigaciones señalan la enorme importancia del elemento psicológico por encima del orgánico.

En estos estudios se ha demostrado que determinadas variables como la sensación de placer, la gratificación oral, así como el componente de socialización que supone el acto de fumar, tienen un papel más relevante en el desarrollo del tabaquismo que la dependencia química a la nicotina. Fumar es un hábito muy nocivo cuyo tratamiento requiere, no solo una estrategia exclusivamente médica o farmacológica, sino también un plan de atención psicológica que ayude a la persona a reestructurar su cognición para desprenderse de este peligroso hábito.

La nicotina

Este compuesto de origen natural proviene de una planta de la familia de las solanáceas. Estas plantas incluyen alimentos comunes como los tomates, las patatas, los pimientos, las berenjenas y el tabaco y, aunque podemos encontrar nicotina en pequeñas cantidades en dichos alimentos, en la planta del tabaco la encontramos en gran concentración.

La nicotina es un alcaloide similar a nivel químico a otras substancias como la cafeína y cocaína. Este líquido incoloro adquiere un color marrón al ser quemado y genera el característico olor a tabaco al entrar en contacto con el aire.

La nicotina es absorbida a través de la piel, la boca, los pulmones (mediante inhalación) y el revestimiento de la mucosa de la nariz.

Tiene una acción muy rápida en el organismo, en solo 10 segundos tras su inhalación, alcanzando niveles máximos en muy poco tiempo en el torrente sanguíneo y el cerebro.

La nicotina es altamente adictiva y genera el uso compulsivo por parte del consumidor, a pesar de las infinitas consecuencias negativas para la salud, entre otros motivos debido a que:

Incrementa el nivel de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina al ser consumida provocando sensación de placer a los fumadores.  La nicotina activa los llamados circuitos de recompensa y al incrementar los niveles de dopamina y la serotonina en dichos circuitos se incrementa su potencial de abuso.

También aumenta otras substancias como la acetilcolina.  Y genera una reacción paradójica pues tiene el potencial de actuar como un estimulante y al mismo tiempo producir la sensación de calmarnos cuando estamos ansiosos. Aunque esta sensación solo se mantiene durante apenas unos minutos, pues los efectos agudos de la nicotina se disipan muy rápido, lo que provoca la necesidad de continuar su consumo repetido a lo largo del día.

Además, la nicotina no es la única substancia nociva que contienen los cigarrillos, tan solo una de las más de 4.000 sustancias químicas y altamente tóxicas que podemos encontrar en el tabaco manufacturado.

¿Cuáles son sus efectos a corto plazo?

Como hemos visto, uno de los principales efectos de la nicotina sobre el organismo a corto plazo es que causa dependencia química al activar el centro de recompensa del cerebro y reforzar el hábito de fumar como una experiencia positiva. Esta reacción de nuestro cuerpo frente a la substancia, llega a ser tan fuerte que, nuestro cerebro llega a interpretar la necesidad de nicotina como una sustancia necesaria para nuestra supervivencia, igual que si se tratara de alimento o de agua y, a medida que los niveles de nicotina descienden, también descienden la dopamina y serotonina, provocando la sensación física de necesidad de consumo.

La adicción a la nicotina, al igual que lo que ocurre con la adicción a otras substancias provoca tolerancia, es decir, cada vez se requieren dosis más altas a fin de conseguir el mismo efecto inicial.

Sus efectos a largo plazo y el componente psicológico de esta adicción

La adicción al tabaco va empeorando progresivamente, pues, a medida que progresa, nuestro cerebro comienza a asociar el consumo de cigarrillos a determinadas acciones o cotidianos e iniciando una dependencia psicológica que lleva al fumador a “necesitar” su dosis de nicotina asociada a determinados momentos del día o a ciertas situaciones.

El componente psicológico de la adicción al tabaco es indudable puesto que, además, el componente emocional que tiene esta adicción es tremendamente grande. Son muchas las personas que recurren al consumo de cigarrillos de una forma emocional, es decir, cuando sienten estrés, tristeza o ansiedad, por ejemplo, utilizando el tabaco como un recurso que “calma” momentáneamente estas emociones. Este hecho, favorece que la adicción se instaure de una forma profunda a nivel psicológico, dificultando abandonar la adicción ya no solamente a causa de la dependencia física a la nicotina, sino por la “necesidad” del cigarrillo como herramienta de regulación emocional.

Consecuencias físicas del tabaquismo

Las consecuencias físicas de esta dependencia son conocidas por todos, entre ellas, el consumo de cigarrillos es el causante de hasta un tercio de todos los cánceres, por ejemplo, en el 90% de los casos de cáncer de pulmón, existe un vínculo directo con el tabaquismo.

Además, la adicción al tabaco también tiene, entre otras, las siguientes consecuencias:

  • Otros cánceres como el de boca, esófago, faringe, laringe, riñón, estómago, páncreas, cuello uterino, uréter y vejiga

  • Numerosas enfermedades pulmonares como la EPOC, la bronquitis crónica y el enfisema

  • Incremento de los síntomas del asma

  • Aumento del riesgo de la aparición de enfermedades cardíacas: tales como afecciones vasculares, ataques cardiacos, aneurisma o apoplejía

  • Mayor riesgo de desarrollar osteoporosis, puesto que, el consumo de tabaco disminuye el aporte de oxígeno a los huesos

  • Riesgos en el embarazo y daños al feto

  • Disminución de la fertilidad

  • Daños dentales

  • Y, en los fumadores pasivos, aumenta el riesgo de cáncer de pulmón, enfermedades cardiovasculares, asma y el síndrome de muerte súbita del lactante